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Este verano tuvimos una experiencia maravillosa y queremos compartirla con todos ustedes, amantes del té. A principios de septiembre partimos en un viaje de 20 días entre India y Nepal donde queríamos descubrir el té y experimentar la única experiencia de recolectarlo con nuestras propias manos, trabajarlo y luego convertirlo en esa maravillosa bebida de la que todos estamos enamorados. Pasamos la mitad del viaje con una familia nepalí que tuvo la amabilidad de hospedarnos y hacernos vivir según sus ritmos, su cultura y sus conocimientos. Nos pusimos en contacto con ellos previamente a través de un sitio de woofering llamado workaway.
En la familia de Deepak se cultiva y se cosecha té desde generaciones. Viven en una zona de Nepal llamada Ilam, a pocos kilómetros de la frontera con la región india de Darjeeling. Los tés de Ilam se están volviendo cada vez más famosos por su cuerpo y sabor realmente peculiar. Deepak tiene un pequeño pedazo de tierra donde cultiva su huerto y algunas hileras de preciado té. La mayoría de los nepalíes de esa zona tienen pequeños pedazos de tierra con una casita, justo como Deepak. Recolectan las hojas y las venden frescas, aún húmedas del rocío de la noche, a fábricas donde son procesadas para convertirse en tés que probablemente terminarán en el mercado indio, siempre ávido de chai. Deepak, en cambio, recolecta las hojas y las guarda para sí mismo. Las trabaja él mismo, con la ayuda de su familia, y crea su propio té, completamente artesanal, que luego vende a quienes lo visitan como nosotros, o como máximo, se lo bebe él mismo. Todo esto sin la ayuda de ninguna maquinaria, que no puede permitirse. La familia de Deepak es muy humilde y sencilla, comen principalmente lo que recolectan, consumen muy poco, dependen fuertemente de la tierra y la naturaleza que los rodea, justo como nosotros. Pero allí se siente mucho más el vínculo entre el hombre y la naturaleza. Por este motivo respetan mucho el medio ambiente, los animales y en general al hombre y la creación. En Nepal muchos animales de hecho no le temen al hombre. En esos hermosos diez días aprendimos mucho; por la mañana bajábamos a los campos a recolectar las hojas de té, dependiendo del tipo de té que íbamos a hacer recolectábamos los brotes (para el té blanco) o brote y primera y segunda hoja (para todos los demás tipos). Cuando subíamos para el almuerzo extendíamos las hojas al sol para que se secaran en esteras de bambú. Luego por la tarde "enrollábamos" las hojas y si teníamos que hacer un té negro las dejábamos oxidar, de lo contrario las "cocinábamos" al vapor o con fuego, según el tipo de sabor que queríamos crear. Por la noche probábamos el té del día anterior, hablábamos de esta magnífica planta y de la vida en Nepal. Nos llevamos un poco de té de Nepal, que sin embargo se agotó, al punto que no nos quedó mucho más. Esperamos que Deepak pueda enviarnos más comenzando así una colaboración fructífera para ambos. Los mantendremos informados.
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