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Todos los alimentos que consumimos provienen de la fotosíntesis clorofílica que ocurre por la interacción entre la luz solar (Fuego) y la atmósfera terrestre (Tierra) junto con sus gases (oxígeno, Aire). Luego crecen y prosperan, nutriéndose de Agua. El origen de nuestra vida está en la interacción entre los elementos Agua, Aire, Fuego (el Sol) y Tierra. Cuando comemos alimentos diferentes, introducimos en nuestro cuerpo diferentes concentraciones de energía que recibimos de la interacción entre los 4 elementos. La comida nos introduce en el entorno circundante, transformándolo de manera que podamos asimilarlo y luego relacionarnos con sus patrones energéticos: no solo nos proporciona nutrientes sino también información más sutil que nos influirá. Esta información proviene de cómo y en qué lugar ha crecido, en qué época del año, qué forma, consistencia y color tiene, cómo ha sido producido y conservado y, por último, cómo y con qué estado de ánimo ha sido preparado, cocinado y finalmente consumido. Es una sabiduría tradicional que nuestros antepasados conocían intuitivamente y que se basa en la creencia de que lo que comemos afecta no solo a nuestro físico, sino también a nuestras emociones y espíritu. La comida es más que un simple combustible.
En la actualidad, al estar desconectados de las fuentes directas de donde proviene nuestra comida, además de no comprender las energías que la componen, hemos perdido la capacidad de escuchar los ritmos de la naturaleza. Si queremos adaptarnos al entorno externo y hacer del alimento nuestra medicina, nuestra dieta debe adaptarse al cambio de los ritmos de las estaciones.
Para sobrevivir como especie sana en este planeta, debemos recuperar nuestra comprensión de la comida, investigando con una mente abierta sobre lo que comemos, digerimos, absorbemos y asimilamos.
Un exceso de proteínas animales (yang) colapsa y contrae los riñones, ya que no pueden filtrar las toxinas en exceso y terminan comprometiendo el corazón que comienza a latir más rápido para ayudar a los riñones, aumentando la presión. La hipertensión tiene su origen en los riñones.
Ambos extremos yin y yang son dañinos para los riñones, los llamo yin y yang de baja calidad.
El exceso de yin, debido al azúcar, bebidas frías e industriales, medicamentos y drogas, los expande y los debilita mucho hasta agotar sus energías. Evitemos entonces cereales refinados, azúcares simples, bebidas frías, agua fría, frutas y jugos en exceso, líquidos en exceso como café, té, alcohol, alimentos fríos y helados, cerveza, refrescos y bebidas frías.
En invierno debemos consumir más proteínas y alimentos que fortalezcan y calienten los riñones, la sangre y el “Qi”, recordando que, si un poco más de alimentos de origen animal en este momento puede ser beneficioso, un exceso de proteínas animales es perjudicial para los riñones. Siempre es mejor optar por proteínas de origen vegetal como legumbres!
Además, para fortalecer los riñones, debemos consumir alimentos ricos en minerales como algas, coles y verduras silvestres, junto con raíces y tubérculos como zanahorias, batatas, remolachas y raíces amargas, o infusiones como rooibos. Las verduras blancas como cebollas, nabos, rábanos, ayudan en la filtración renal.
El Tabil es una mezcla de especias originaria del norte de África compuesta por canela, anís verde, cilantro, pimienta negra, nuez moscada, pimienta de cayena, hinojo, clavos de olor, sal y jengibre. Las mezclas de especias conocidas también como curry o masala son una buena medicina, además de ser una fuente de principios activos valiosos para una buena salud. Muchas de ellas, como el jengibre o la pimienta, tienen una acción de “herbal bioenhacer”, es decir, facilitan la absorción de sustancias tomadas simultáneamente. Por eso, cuando se toma cúrcuma, siempre se recomienda combinarla con pimienta negra.
Decidimos espolvorear tabil sobre los garbanzos, no solo por su delicadeza única, sino también porque es muy digestivo, cálido y antiinflamatorio.
¡Buen provecho!